La España vacía, el encanto de esos pueblos de la Soria más
escondidos en los que resisten los más ancianos a dejarlos, mientras sus fuerzas así se lo permitan, y los que gracias a su trabajo y perseverancia continúan
realizando las labores agrarias o ganaderas que permiten llenar nuestras
despensas. Gente que resiste a pesar de la falta de recursos sanitarios, el más
pequeño establecimiento comercial o bar.
El frío invierno, la soledad, el apagón
digital es lo que a muchos en la más dura y larga época del año nos hace
permanecer alejados de esos lugares donde impera el silencio.
Y llegó el maldito coronavirus. Ese ente microscópico y maldito venido de la otra punta del planeta lleva la misma carga explosiva en su interior que el chaleco de un terrorista.
Si en tiempos de paz es triste vivir el día a día en los
pequeños lugares donde sus habitantes en ocasiones tienen que hacer por quedar
para saber de sus vidas, en estos momentos de encierro e incertidumbre la
soledad es mucho más oscura.
Por ello el mejor regalo que podemos hacerles es nuestra
ausencia en estos momentos para que, Dios no lo quiera, si necesitaran de
cualquier servicio el cual ya está en su mínima expresión puede ser dedicado a
ellos.
Lo que siempre nos ha diferenciado del resto del mundo como individuos es el poder de reacción e improvisación. De ahí todas las muestras de apoyo de cientos de particulares y empresas que donde no llega el Estado están llegando ellos. La solidaridad en España siempre ha sido infinita y así debe seguir siendo.
Por todos ellos, y por los que nos dejaron, para que disfrutemos nuestra vida, por nuestro pueblo, y por nuestra España. QUÉDATE EN TU CASA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario